La Universidad de la Tierra de Arévalo

La agrupación de pueblos y aldeas de los señoríos de los cinco Linajes, la Iglesia y el Concejo formó lo que se denominó "Universidad de la Tierra de Arévalo", organizada en unidades subcomarcales que se llamaron Sexmos.
Con fines administrativos, de organización, defensivos y recaudatorios, fueron el fundamento de la independencia y fuerza de los Concejos Castellanos.
El Sexmo de La Vega, se reunía en San Cristóbal; el de Aldeas, en Castellanos; el de Sinlabajos, en Palacios de Goda; el de Rágama, en Rasueros; el de Orbita, en Montuenga; y el del Aceral, en Nava de Arévalo; y cada uno llevaba sus libros.
Tenían como única propiedad la "Casa de los Sexmos" de la Plaza de la Villa, trasladada al nuevo edificio de la Plaza del Real en 1517.

El río Voltoya

Río de España afluente del río Eresma, que es a su vez tributario del río Adaja, afluente éste directo del río Duero. Su nacimiento se localiza en las sierras de Guadarrama y Malagón (Sistema Central), recogiendo aguas de la Dehesa de Cepeda, enclave de la Comunidad de Madrid y del Campo Azálvaro. Trascurre por las provincias Castellano-Leonesas de Ávila y Segovia. Su desembocadura está en Coca (Segovia), llegando al Eresma por su margen izquierda. Poco después de su nacimiento es retenido en el Embalse de Serones que abastece de agua potable a la ciudad de Ávila. Afluentes del Voltoya por la izquierda son los ríos Tuerto, el Ciervos o de Mediana que a su vez recibe las aguas del Cortos y el arroyo de Saornil. Por la derecha recibe las aguas del río Cardeña y del arroyo de la Magdalena, este retenido a su vez en el embalse de Torrelara, cerca de Peromingo. Atraviesa la N-110 y la AP-51 bajo magníficos puentes de hormigón. En esta zona se conserva aunque sin uso un bello puente de piedra de buena factura, de un único arco, con sus dovelas de granito, que servía a una antigua ruta, y también el antiguo puente de la N-110. Aguas abajo atraviesa también la A-6 y la N-VI cerca de Pinar de Puenteviejo. Aquí abandona la provincia de Ávila y entra en la de Segovia, para pasar por Juarros de Voltoya y cerca de la Nava de la Asunción, camino de Coca.
Actualmente su caudal es muy escaso ya que sus aguas se usan intensivamente para los campos de regadío de su cuenca.

Los orígenes de Madrigal de las Altas Torres

Los orígenes de Madrigal de las Altas Torres desde un punto de vista arqueológico.

Existe una tónica generalizada a la hora de analizar la historia de cualquier localidad: se tiende a dar el origen mas antiguo posible porque ello da una mayor “hidalguía” al pueblo. En el devenir de la Península Ibérica, con tantas idas y venidas de diferentes pueblos, que por tu localidad no pasaran los romanos o los visigodos, parece como un agravio, como si éstos no hubieran apreciado la belleza del lugar y sus posibilidades. Sin embargo, nos engañamos con esa visión de la historia: Madrigal cuenta con una historia medieval de tal envergadura que no “precisa” que un pasado antiguo que tenga mas capítulos.

La zona del Tercio de Madrigal estuvo habitada desde antiguo por pueblos prehistóricos. El asentamiento mas conocido por haber sido excavado sucesivamente ha sido el de El Tomillar en Bercial de Zapardiel (datado en época Calcolítica, hacia el 2.600 a.C.) pero existen otros lugares más próximos al actual núcleo urbano en el que también hubo asentamientos. Estos aparecen, hoy en día, más o menos difusos. La evidencia fundamental que los arqueólogos utilizamos para poder discernir si hubo este tipo poblados es la existencia de muestras cerámicas en superficie, fabricados “a mano”, una técnica que se deja de utilizar posteriormente con la implantación del torno alfarero.

Pues bien, existen algunos puntos, muy próximos a Madrigal, en los que se han localizado estas muestras cerámicas como en el área intermedia entre Madrigal y Moraleja o entre éste y Bercial de Zapardiel o al sur del casco urbano. Estas evidencias son claramente prehistóricas pero sin poder encuadrarlas en un periodo concreto. Su existencia probaría que existió poblamiento antiguo aunque sin poder discernir si eran poblados o lugares ocasionales de ocupación.

Pero si en un radio de 2 km. existen restos de esta cronología, ¿qué sucedió en el actual emplazamiento de la villa?. ¿No seria lógico que allí también hubiera habido poblamiento?.

La respuesta no es fácil. Si hubo gentes que se asentaron en pleno llano, lo lógico es que también lo hicieran en el pequeño resalte que supone el actual emplazamiento de la Iglesia de Santa Maria. En una llanura tan homogénea como la de Madrigal, el pequeño otero del centro del pueblo, resultaría atractivo por contar con una excelente perspectiva de la comarca inmediata. El que hasta el momento no se haya localizado material cerámico prehistórico en el casco urbano, es posible que se deba únicamente a que no se han llevado a cabo intervenciones arqueológicas. Por tanto, resta la posibilidad de que si pudiera encontrarse este tipo de materiales al igual que ha sucedido en otros enclaves de la zona.

La dificultad de localizarlos se ve agrandada por la reocupación continua de las áreas urbanas: en la Alta Edad Media, este pequeño cerro seria mas escarpado y allí se sitúa el primer vestigio edilicio conservado en la localidad, unos argamasones de canto rodado sobre los que el actual templo se edifico hacia el S.XII. Todo su entorno ha contado con aportes de tierra, urbanización, pavimentos, etc. que pueden haber mimetizado y ocultado vestigios más antiguos. Lo más probable es que allí ya existiese una atalaya, una torre-vigía desde la que se pudiera observar cualquier movimiento sospechoso. Esta torre pudo ser meramente defensiva o cumplió, además, la función de campanario tal y como fue habitual en toda La Moraña.

La llanura era un área atractiva para el poblamiento antiguo. Hay que imaginar un entorno mucho más boscoso y, sobre todo, más húmedo. La existencia de zonas pantanosas en todo el perímetro de la actual villa esta atestiguada hasta Época Moderna. La desecación fue continuada a lo largo del tiempo, se trataba de ganar terrenos fértiles pero también de evitar la proliferación de enfermedades asociadas a estos humedales como el paludismo.

La gran mayoría de los pueblos morañegos se asientan en las riberas fluviales y, muchos, buscaron también la proximidad de un labajo en los que abrevase el ganado. Esto es generalizado en la Edad Media. En la Prehistoria prevalecía el que hubiese una elevación que destacase en el entorno y que proporcionase cierta seguridad al controlar los alrededores.

Por supuesto, el poblamiento medieval fue muy diferente, mucho mas denso, con un tejido de pequeñas poblaciones que se articuló en época pleno-medieval con la llegada de las últimas oleadas migratorias de gentes provenientes del norte peninsular. Todos los vestigios de estructuras dispersas por los campos próximos a Madrigal como Astudillo o La Puebla, responden a atalayas o campanarios de iglesias en torno a las cuales se concentraban las aldeas. Estas no siempre sobrevivieron a las malas cosechas o a la tendencia a la concentración de la población en ciertos puntos, en este caso, en Madrigal y fueron desapareciendo. Actualmente se los denomina como “despoblados” o los pueblos que generaron los actuales. Para explicar que se arruinasen es habitual que se busque una razón “mágica” como el envenenamiento de sus habitantes al beber agua de un pozo donde había caído una salamandra o que una plaga de termitas hubieran arruinado la totalidad de las viviendas.

Fdo. Jorge Díaz de la Torre. Arqueólogo.